“El paso de la independencia a la interdependencia, la conexión con la abundancia, la valoración de la diversidad, la humildad de sentir que la integridad es un principio irrenunciable en la Era Digital”.
“Dos acorazados asignados a la escuadra de entrenamiento habían estado de maniobras en el mar con tempestad durante varios días. Yo servía en el buque insignia y estaba de guardia en el puente cuando caía la noche. La visibilidad era pobre; había niebla, de modo que el capitán permanecía sobre el puente supervisando todas las actividades. Poco después de que oscureciera, el vigía que estaba en el extremo del puente informó: «Luz a estribor». «¿Rumbo directo o se desvía hacia popa?», gritó el capitán. El vigía respondió «Directo, capitán», lo que significaba que nuestro propio curso nos estaba conduciendo a una colisión con aquel buque. El capitán llamó al encargado de emitir señales. «Envía este mensaje: Estamos a punto de chocar; aconsejamos cambiar 20 grados su rumbo.» Llegó otra señal de respuesta: «Aconsejamos que ustedes cambien 20 grados su rumbo». El capitán dijo: «Contéstele: Soy capitán; cambie su rumbo 20 grados». «Soy marinero de segunda clase —nos respondieron—. Mejor cambie su rumbo 20 grados.» El capitán ya estaba hecho una furia. Espetó: «Conteste: Soy un acorazado. Cambie su rumbo 20 grados». La linterna del interlocutor envió su último mensaje: «Yo soy un faro». Cambiamos nuestro rumbo.!
En miles de charlas que Covey dio durante su vida, recurrió a esta metáfora para explicar la forma en que los seres humanos podemos interactuar con los principios. Estas verdades profundas, fundamentales, de aplicación universal, que se aplican a los individuos, las familias, los matrimonios, a las organizaciones privadas y públicas de todo tipo, cuando son internalizadas como hábitos, otorgan el poder de crear una conducta íntegra, consecuente, que permite generar confiabilidad, a través de una vida efectiva, que no sólo tiene un sentido de realización en sí misma, sino que son la base de una vida que transforma la realidad de todo lo que le rodea.
Son precisamente líderes visionarios y efectivos, como Martin Luther King, Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, y miles de otros menos connotados, cuyas vidas basadas en principios, llenas de errores y aciertos como todos, han producido las grandes transformaciones que han permitido a esta humanidad, librar las batallas que nos han mantenido, pese a todas las adversidades, en la senda de la honestidad, la integridad, la cooperación y el bien común.
«Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres han sido creados iguales y dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables, contándose entre ellos los derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.»
Así reza esta famosa constitución norteamericana que inició el camino de las repúblicas en la era moderna, y hoy, nos enfrentamos al desafío más grande en todo el devenir del progreso de la humanidad. La revolución más dramática y definitiva, el cambio que modificará lo que somos como raza humana: la Era Digital.
Creo que hoy, enfrentamos como humanidad (democráticamente todos por igual) el colapso de nuestro mundo histórico conocido, a partir del cual, percibo que la relación causa efecto ya no es previsible. Los efectos de nuestro debilitado ecosistema, el cambio climático, el cambio definitivo del sistema económico (capitalismo y comunismo), el derrumbe de las fronteras geopolíticas de la mano de las grandes oleadas migratorias, y en general la caída de las estructuras tal cómo las hemos conocido, nos abren este nuevo VUCA (Volatilidad, Uncertainly (incertidumbre), Complejidad y Ambigüedad).
En esta nueva realidad, sólo los principios se mantienen inalterables. El faro, a partir de mi experiencia en los principios de Covey, es lo único que nos puede devolver la tan ansiada “estabilidad”, entendida hoy, como la capacidad intrínseca que tenemos los seres humanos de adaptarnos a la ola de los cambios, manteniendo la integridad.
En esta cultura occidental postmoderna, se nos educó para pensar que la felicidad venía de la mano con el “tener” que surgía como consecuencia del “hacer” (sociedad industrial de consumo). Y anclados en los paradigmas sociales del estabishment, se debatían el “SER” y el “DEBER SER”. Entonces, se esperaba que una familia luchara por tener una casa propia y pudiera educar a sus hijos para que éstos alcanzaran un estatus socioeconómico superior a los padres. La vida laboral en este modelo social, transcurría normalmente ligada a una empresa en la que se jubilaba y las banderas de la lucha política versaban sobre la obtención de oportunidades para el ascenso social que se suponía, iba de la mano con la mejora de las condiciones laborales.
Sin embargo, en este contexto VUCA, que instaló un caos en el que ya no sabemos cómo será el mundo que les tocará habitar a nuestros hijos, la incertidumbre que genera la rapidez de los cambios, sumada a la globalidad de los efectos de esta revolución nos exige un cambio radical de paradigma. Y esto nos lleva irremediablemente, más allá del tener y del hacer. En esta era digital debemos hacer “APARECER” al SER, debemos aprender a “comunicar” nuestra propuesta como oferta al mundo.
Desde mi experiencia laboral que ha abarcado todo el abanico de los segmentos socioeconómicos, he podido evidenciar que las relaciones humanas hoy en día enfrentan una grave crisis, y en plena era de las comunicaciones, la carencia o imposibilidad de comunicación efectiva, nos limita a un espacio de soledad y de pérdida de sentido, que nace de la ausencia de esa seguridad que antaño nos brindaba un entorno social “estable”, con estructuras rígidas pero al menos visiblemente ancladas al entorno social, y que nos brindaba un contexto de líneas claras sobre el cual podíamos escribir y reescribir nuestras vidas.
Hoy, ni el mercado laboral, ni las carreras universitarias, ni las religiones, ni los gobiernos, ni menos, los sistemas económicos, nos pueden brindar esa tan anhelada estabilidad, que creemos es el fundamento de nuestra esquiva felicidad. Lo único realmente estable es el cambio, y es para ese principio universal -que ahora se nos presenta a mil revoluciones por segundo-, que debemos prepararnos, rompiendo los viejos paradigmas que ligaban al ser y al deber ser, con el tener y el hacer. Hoy día, un título universitario, o el pertenecer a un determinado grupo social, o lo que sea que busquemos en el contexto en el que queramos desenvolvernos, no nos garantizará la anhelada estabilidad.
He aquí el fundamento de mi invitación, mi llamado a abrazar el cambio como una forma de vida anclada a la reinvención permanente. La mantención del status quo, no sólo es una batalla perdida en este contexto VUCA, sino que implica un despilfarro de energía cuyo costo de oportunidad es la obsolescencia total. Si el cambio es lo único estable y constante, entonces nuestro desafío es precisamente desarrollar las habilidades que me permitan surfear las olas de esta era digital, siendo feliz en cada reintento. La reinvención como habilidad básica para sobrevivir en este presente VUCA es mi propuesta para la efectividad basada en principios, en el siglo XXI.
Esta efectividad en la Era Digital está asociada al APARECER, al hacer aparecer al SER puro, genuino y consecuente. A ese SER que aparece opinando en Twitter, participando en un meetup, a ese SER que se valida cuando defiende una opinión disruptiva y se atreve a innovar.
Nuestro trabajo, nuestros amigos, nuestro título, nuestro mundo conocido hoy constituye nuestra zona de confort. Las Webinar, LinkedIN, herramientas ágiles, Ecommers, emprender, reinventarse, constituyen la zona de pánico, en donde co habitan los miedos, con los paradigmas de nuestro contexto cercano que nos refuerza nuestra identidad en el status quo. En este estado de la situación no logramos ver que nosotros no somos nuestros hábitos. Tenemos la libertad y la capacidad para crearlos y destruirlos. No debemos ser víctimas de las condiciones ni del condicionamiento. Si a nuestro alrededor vemos que el mundo cambia, tenemos dos opciones. Nos quedamos en la zona de confort y negamos lo que está sucediendo hasta que sea demasiado tarde, o entendemos que las circunstancias son una oportunidad para crecer, para asumir riesgos controlados, para atreverse a innovar, transformando esa zona de pánico en una motivante zona de aprendizaje y renovación. Podemos reinventarnos, escribiendo nuestro propio guión, eligiendo nuestro rumbo y controlando nuestra respuesta a los cambios para escribir nuestro propio destino.
Este proceso de cambio de hábitos para la reinvención permanente, exige mucho más que tener una ocasional “disposición psicológica” hacia alguna fórmula simplista para lograr el éxito del tipo “Piensa positivamente” o “Inténtalo con más fuerza”. Requiere un arduo trabajo diario por un período importante de tiempo, en el que los retrocesos y los errores son parte inherente de este proceso de reinvención, que requiere una profunda comprensión de uno mismo y de los principios y de nuestros propios procesos de evolución y cambio, lo cual incluye juicio, compromiso, retroalimentación y continuidad.
El compromiso de cambiar los viejos hábitos implica un proceso en dónde es necesario y vital la relación con otros. En nuestro contexto inmediato que se encuentra dentro de nuestra zona de confort, nos miramos, comparamos y medimos, en un círculo demasiado pequeño, en el cual rigen los mismos viejos paradigmas del “deber ser” que nos impiden el salto a la reinvención. Cuando me conecto con la globalidad, mi horizonte se expande, y logro ver que mi realidad se cruza con muchísimas realidades diversas y comunes. Me identifico con causas universales, me mueven desafíos nuevos o reescritos, se abren miles de nuevas posibilidades, mi creatividad se multiplica en la sinergia de la red global.
El aparecer en el mundo digital tiene sus riesgos, y de eso escribiré pronto, pero el costo de oportunidad de la expansión del horizonte individual y el abrazo de la apertura mental como nuevo paradigma fundamental, sólo nos puede traer ganancia, crecimiento, madurez. El paso de la independencia a la interdependencia, la conexión con la abundancia, la valoración de la diversidad, la humildad de sentir que la integridad es un principio irrenunciable en la Era Digital, nos retrotraerá a la esencia más íntima del SER, en donde no caben los miedos, en donde podemos escuchar esa voz interna que comienza a disfrutar de la inconmensurable sensación de paz, que surge de una vida consecuente, íntegra, en la que nuestro hacer, alineado a los principios, revela a través del APARECER VIRTUAL, la inmensidad del SER con propósito.
Este líder que alcanzó su autogobierno, APARECE, sin proponérselo, motivando a otros a causas aglutinantes, a luchas universales, sostenidas por la creencia de que nadie en este planeta está de sobra, porque cree genuinamente que las ideas brillantes surgen en los márgenes de la exclusión, porque sabe que en esta Era Digital, el conocimiento ya no es un privilegio, y que las 24 horas del día nos hacen a todos los seres humanos, completamente iguales en oportunidades de SER y APARECER, y que, simplemente, basando nuestra acción en principios, podemos hacer los sueños realidad. No un sueño, sino el sueño de todos, desde los rincones más equidistantes del globo, sin costos de transporte, desde un dispositivo inteligente, se conectarán redes que co construirán las grandes soluciones que permitirán a esta generación dejar como legado a nuestros hijos, un mundo mejor.
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