He sido profesora desde 1993 y eso implica que he aportado al proceso de aprendizaje de miles de personas a través de la historia, la economía, el emprendedurismo, el género, la ecología, y un largo etcétera. Más allá de los contenidos, me he preocupado siempre de acompañar a esos jóvenes y adultos a transitar de un estado de piloto automático a una apertura de consciencia, en la que se puedan conectar con el gozo de aprender, esa sensación de expansión del horizonte, de explosión de la mente. Me gusta poner el foco en el “alumno” como el sujeto que se nutre o se alimenta, o se deja “hacer crecer” desde su propia realidad de vida, con una perspectiva activa, desde ese deseo de ser acompañado en su proceso de desarrollo que asume como permanente.
Y es que no da lo mismo educar a una persona que a otra. Los entornos, tipos de crianza, sistema de creencias, la manera de aprender es diferente y dinámica, y depende de múltiples factores genéticos, psicológicos y ambientales que marcan de forma diferenciada el proceso de aprendizaje de cada persona.
Por eso, creo que, para enseñar, debemos estudiar permanentemente y estar al día en los cambios y su implicancia en la sociedad. Mi última aventura educativa fue en el MIT, en donde estudié “Transformación digital” para entender más el mundo que estamos viviendo y desde allí, poder entregar más valor a mis alumnes que se enfrentan a un contexto volátil, incierto, complejo y ambiguo.
Más allá de aprender y amar blockchain, Inteligencia Artificial, Cloud Computing, Internet de las Cosas (IoT), Big Data y Ciberseguridad, me convencí de estar viviendo la etapa más alucinante y maravillosa de la historia (al menos para quienes nos dedicamos a la educación), ya que, hasta ahora, la educación personalizada no era más que un slogan publicitario, en el que se ofrecía una educación a grupos pequeños, pero que, en la práctica, no personalizaba realmente el proceso de enseñanza con foco en las particulares competencias y necesidades de cada individuo.
Hoy en día, a través de la analítica de datos y la inteligencia artificial, es posible por fin, poner al alumno en el centro del proceso educativo, a través de la definición de una ruta específica de aprendizaje que potencie al máximo su talento y habilidades diferenciales.
¡El celular no se puede usar en clases!
Hice clases en enseñanza media, universitaria, y a adultos en organizaciones y otras instancias, y he experimentado la resistencia y la apertura a la tecnología. Pero pienso que ya no se trata de demonizar o fanatizar el uso de la tecnología en la educación, sino de cómo hacemos el veloz viraje de rumbo hacia la cultura digital, cómo cambiamos el paradigma educacional de los 2 últimos siglos y nos volcamos a co construir espacios de enseñanza-aprendizaje pertinentes para un mercado automatizado, virtual, descentralizado, y en un entorno nuevo: el metaverso.
La sociedad actual necesita ciudadanos con pensamiento crítico y por sobre todo con capacidad de innovación permanente. Requiere personas que puedan adaptase a entornos líquidos para desempeñar trabajos que hoy no existen. Y claramente no es eso lo que nuestras aulas están haciendo, incluso después del covid. Nuestras escuelas y colegios siguen evaluando la reproducción de contenidos y siguen prohibiendo el uso de celulares en clases (me refiero a alumnes de la educación secundaria y terciaria).
Las salas de clase tradicionales tuvieron -perdón, tienen- tanta información sobre cada alumno y alumna… conocían su procedencia, su dinámica familiar, sus características psicológicas, sus capacidades de aprendizaje, además de sus rendimientos, y sin embargo, se les daba (da) el mismo contenido y de la misma forma a todos, y además se les evaluaba (evalúa) a todos por igual. Y a aquellos que, por prescripción psicopedagógica, se les debe evaluar de forma “diferenciada” se les da más tiempo o se le evalúa con menos exigencia (cero personalización).
Hoy día con las aulas virtuales, tenemos la posibilidad real de saber qué contenidos revisa cada alumno, cuanto tiempo pasa en cada tema, cuáles son las áreas de mayor interés, cómo interactúa con las otras personas, como gestiona el trabajo en equipo, se puede analizar el uso de los cursos disponibles de cara a redefinir sus contenidos y estructura, etc. Hoy en día, a través de las aulas virtuales, tenemos la capacidad de recoger innumerables datos sobre cómo y qué estudian las personas, pero claro, nuevamente de nada sirven si no damos buen uso a esos datos disponibles.
La tecnología está servida, pero no tenemos personas que puedan participar del banquete de una educación personalizada porque en educación del paradigma industrial, vertical, en el que el profesor es el experto que llena la vasija vacía del alumno que recibe conocimiento para reproducirlo, sigue “produciendo” mano de obra, técnicos y profesionales para un mundo que ya dejó de existir.
Tecnología en educación y el fin de la campana de Gauss:
En septiembre del 2018 publiqué un artículo titulado “Reinventando la universidad en la era digital”, y fue el artículo con menos visualizaciones que he tenido. Puede que haya estado poco interesante, pero de acuerdo con mi propia investigación, el hecho de cuestionar la sacrosanta institución educativa, en el mundo prepandémico, no era considerado tan urgente.
Pero después de haber sido arrastrados violentamente a la experiencia digital, por el Covid 19, desafortunadamente para nuestras naciones, la situación de fondo en la educación no ha cambiado de forma significativa, como se está queriendo creer.
El sistema educativo ahora ya sabe que pueden hacerse clases por zoom, y todo aparentemente sigue funcionando… y fue así como se continuó homogeneizando el proceso de enseñanza-aprendizaje y se siguieron obteniendo como resultado las clásicas campanas de Gauss en la que se acepta como “logrado” el aprendizaje de un grupo, en el que unos pocos obtienen excelentes y bajas calificaciones y la gran mayoría alcanza resultados mediocres, lo que garantiza la reproducción del modelo de mediocridad en una educación superior que, supuestamente “forma” profesionales con las competencias que el mundo necesita para esta tercera década del siglo XXI. ¿Algún egresado de cualquier carrera se siente preparado para este nuevo escenario laboral después de 5 o 6 años de pregrado y gran endeudamiento?
Por otro lado tenemos millones de personas de todas las edades y condiciones que se están preparando en sistemas de educación online, casi gratuitos o de bajo costo, de forma asincrónica, conectados a redes a gran escala, con compañeros de todo el mundo, que aprenden a su ritmo y que están generando una data que permitirá, a través de la analítica de aprendizaje o Learning analytics más Big data, una personalización real y efectiva de la educación en función de las diversas formas de aprender a aprender de cada ser humano y sus particulares experiencias de vida.
La transformación que requiere el sistema educativo es profunda y estructural. Debemos ser capaces de preparar a las alumnas y alumnos de todas las edades para el gran cambio cultural que estamos viviendo como humanidad. Necesitamos una nueva metodología pedagógica adaptada al entorno digital, en el que tanto docentes como alumnos deben transformar la forma en la que venían haciendo las cosas hace más de 2 siglos.
No se trata de poner una capa de tecnología a la educación, como tener libros digitales que no se usan, pizarras interactivas para proyectar las clases con power point y videos. Tengo un hijo en enseñanza media y presencié las clases que tuvo en pandemia… (profesor explicando un power point y alumnos con cámaras apagadas haciendo cualquier cosa, menos aprendiendo… ¡sin comentarios!)
Los profesores deben convertirse en mentores y artífices de nuevas experiencias y dinámicas educativas, ya que el tiempo de reproducir conocimientos se acabó. Para eso está Youtube. Y los alumnos, por su parte, deben convertirse en auténticos protagonistas de su propio aprendizaje, sintiendo que es una experiencia útil y significativa para su vida.
El ”reskilling docente” es urgente e importante, pero solo no basta. También es urgente e importante capacitar a toda la comunidad educativa, para que puedan balancear el uso de herramientas tradicionales y virtuales, y puedan impulsar la transformación cultural del entorno educativo, ¡¡¡por el bien de toda la humanidad!!!