¿El futuro está adelante?

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Mafalda no puede ponerse en la cabeza del cangrejo y no comprende porque camina hacia atrás. No podemos culparla, ya que en nuestra cultura judeocristiana occidental, el tiempo se nos ha introyectado y socializado como una línea objetiva, en la que en su extremo izquierdo está el pasado y a la derecha del presente se extiende el futuro. Lo que es igual a pensar que el futuro está delante nuestro y el pasado, atrás.

Por supuesto que el “presente” se entiende como el “tiempo actual”, es decir, el que estamos viviendo nosotros, los que nacimos en el marco de la cultura occidental de raíz grecolatina, que tampoco nos enseñó a pensarnos afuera de nuestros paradigmas culturales. Es decir, los que piensan o conciben el mundo de forma diferente a nosotros, son los “otros”, los extranjeros, los pueblos originarios, los “raros”, a los que debemos convertir o atraer a nuestra sapiencia y verdad.

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¿Pero qué pasa si somos nosotros los equivocados?

¿Cómo sería comenzar a pensar fuera de nuestras creencias arraigadas y cuestionamos lo que se nos presenta como obvio?

De hecho, para uno de nuestros pueblos originarios del norte de Chile, los aimaras, la concepción del tiempo no es distinta, sino opuesta a la nuestra.

En un reportaje de “The Guardian” un científico estudioso de las diferentes visiones sobre el tiempo, nos muestra cómo un anciano aimara al hablar acerca de sus raíces históricas gesticula con sus manos hacia arriba y hacia delante de su cuerpo. Para los aimaras el futuro es algo desconocido ya que sólo pueden tener certeza de lo que está ocurriendo en el presente y de lo que ya ocurrió en el pasado, pero nunca pueden hablar de futuro, sencillamente porque es algo que no existe, no ha llegado todavía y permanece oculto. Por eso, el futuro para ellos está atrás (no lo ven) y es el pasado el que está delante de sus ojos, ya que lo conocen perfectamente. No necesitan predecir el futuro porque el sol sale todos los días, sin excepción, y esa es la única certeza que importa: habrá un mañana y en él existirá el presente, su vida. No necesitan más futuro que ese.

Cuando conocí esta concepción del tiempo aimara, junto con admirar aún más su cultura, comencé a conectar esta cosmovisión con los testimonios de personas que han participado en el programa “Gestión de Prioridades” que hemos estado prototipando, y para el que me dediqué un año entero a estudiar distintos acercamientos que realizan disciplinas como la filosofía, la psicología, la física cuántica, la neurociencia, entre otras, sobre nuestra relación con el tiempo y las consecuencias que ésta tiene en nuestra vida.

El 100% de los participantes, previo al programa, tenían la percepción de que “les faltaba tiempo” para hacer todo lo que querían o tenían planificado o pensado hacer.

Aquí surge la primera brecha, ya que la percepción de no tener tiempo se relaciona con las expectativas de lograr ciertos objetivos deseados en el futuro. Pero como dijo John Lennon, la vida es lo que nos pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes, por lo que nuestros deseos u objetivos más preciados no están necesariamente relacionadas con las actividades que realizamos cotidianamente. Esto es lo que explicaría esa sensación de frustración, y en algunos casos de angustia o depresión, por no “tener tiempo” para hacer lo que realmente deseamos.

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Ya lo decía Mafalda hace más de 60 años: estamos tan ocupados haciendo cosas que creemos o interpretamos como urgentes, que no tenemos tiempo para ocuparnos de las que son realmente importantes para nosotros, como nuestros objetivos personales, nuestros sueños, aquellas cosas que sabemos, nos reportarían gran satisfacción y plenitud.

Hace más de 60 años… ¡Y no hemos aprendido nada del pasado!.

No solamente no hemos aprendido de Mafalda, sino que no hemos aprendido nada de 2 guerras mundiales, de la miseria material y espiritual de los 2 colapsos económicos del sistema capitalista ni de la violencia de los regímenes comunistas, ni de un infinito etcétera…

Y es que, a diferencia de nuestros hermanos aimaras, el pasado para nosotros está detrás, y no solamente no lo vemos, sino que renegamos de su valor. Hablamos de un pasado de horrores y carencias, y de un presente de logros y avances, pero nos olvidamos de que estamos parados sobre los hombros de gigantes anónimos que dieron su mayor esfuerzo, y hasta su vida por dejarnos un mundo con los desarrollos tecnológicos, la comodidad y confort de los que disponemos hoy.

Obviamente que también hay muchas personas que creen que todo pasado fue mejor, y viven pensando y/o hablando del pasado, comparándolo con el presente y prediciendo un futuro apocalíptico solo por el hecho de no poder revivir ese pasado supuestamente glorioso.

Me inclino por la idea de que nuestra percepción del tiempo es subjetiva, y por tanto, tenemos -y es genial que así sea- diferentes visiones acerca del tiempo y su valor.

Al poner el pasado delante, los aimaras pueden mirarlo, observarlo y así, pueden saber de dónde vienen, quiénes son y hacia dónde van.

Nosotros vivimos en el presente pero nuestra mente frecuentemente visita el pasado y el futuro. Cuando nuestro corazón late fuerte al leer un artículo sobre un tema que nos apasiona, sentimos un fuego en nuestro interior que nos impulsa a salir de la zona de confort, a atrevernos a dar el paso (cambiarnos de empleo, emprender, estudiar, etc.), pero entonces, nuestra mente se va al pasado y nos advierte sobre la cantidad de veces que hemos intentado un camino distinto y la cantidad de fracasos, pérdidas económicas, quejas y comentarios de quienes más amamos, instándonos a “dejar de soñar”, a no ser mal agradecidos con nuestra suerte, ya que más vale un pájaro en mano que cien volando, etc.

Esa cantidad de tiempo en el que estuvimos absortos en ese pensamiento de pasado, gatilló emociones de frustración, miedo e inseguridad que a su vez generaron conductas asociadas a esas emociones. Seguramente le respondimos mal a quien estaba cerca, comimos algo con alto contenido en azucares o nos evadimos viendo las vidas perfectas de los demás en redes sociales, y definitivamente, no intentamos cambiar nada en absoluto, con lo que nuestra sensación de fracaso se consolida.

El problema con el pasado es que pensamos que ya no está, que ya pasó, que no está más, y sin embargo, lo llevamos como equipaje en nuestro camino; dejamos de vivir el presente por esos paseos a las experiencias que nos han marcado, y re-sentimos una y otra vez, nuestros miedos, culpas, alimentando y agrandando nuestra sombra.

Quizá los aimaras no tengan el nivel de progreso y desarrollo que nosotros hemos alcanzado, pero aún nos pueden enseñar algo, o al menos, su cosmovisión nos invita a cuestionar nuestro paradigma sobre la forma en la que nos estamos relacionando con el tiempo.

El cangrejo no está equivocado, y Mafalda tampoco si has llegado hasta aquí y estas palabras te han hecho sentido.

Una nueva versión de Gestión de Prioridades ya está cerca, y tú puedes cambiar tu futuro si lo pones detrás y miras hacia adelante a la espectacular y resiliente persona que ha llegado hasta hoy.

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